Textos originales de Marina Hervás publicados en el blog oficial del Festival de Música de Canarias

 

“La música clásica es aburrida”, “la música clásica no tiene nada que ver con la música que a mí me gusta”, “no entiendo la música clásica”, “no sé cómo comportarme en un concierto de música clásica”…

música clásica no es para mí

Éstas son algunas de las frases más habituales cuándo surge el tema de la música ‘clásica’. Lo pongo entre comillas porque aún no me queda muy claro qué es lo clásico. Lo ‘clásico’, en realidad se refiere, estrictamente, al periodo comprendido más o menos entre 1750 y principios del siglo XIX.  Se suele agrupar, sin embargo, bajo esa categoría a toda la música compuesta en el ámbito académico, ‘culto’ o no popular. Ahora bien, la música, ‘nunca’ ha funcionado realmente bien bajo categorías y siempre ha habido relación entre ‘lo popular’ y ‘lo culto’.  Lo que sucede en la música actual popular, en realidad, es una esquematización que se desarrolló en el siglo XVII. ¿No se lo creen? Pues les dejo a Aldo Narejos, que explica las relaciones armónicas que se dan en lo que él llama la “fórmula del éxito”.

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Básicamente, es una radical simplificación de la estructura armónica que fundamentaba muchas obras de los siglos XVI y XVII. La diferencia esencial es que en ‘clásica’ no se conformaron y siguieron probando aquí y allá y en muchos casos del pop, en la medida en que se descubrió con qué sencillez se podían generar canciones que daban dinero, la industria se acomodó (aunque hay deliciosas excepciones). Y ¡ojo! Eso nos ha acomodado también como ‘consumidores’ y ha limitado nuestra curiosidad auditiva. Por eso hay un gran abismo entre el ‘consumo’ de música ‘clásica’ y ‘popular’. Con esto no defiendo que si es una música muy compleja necesariamente es mejor. También dentro de la ‘clásica’ hay greatest hits, como la Quinta Sinfonía de Beethoven, la 40 Sinfonía de Mozart o el Messiah de Haendel, las cuales gustan no tanto por su mayor o menor complejidad, sino porque han sido producto de marketing. Lo que me interesa es que seamos críticos con los modelos de consumo que se nos dan y que nos volvamos exploradores auditivos del mundo.

“Ya, pero la música ‘clásica’ del siglo XX es muy rara. No es bonita y parece ruido…”

Parece que la música del siglo XX (que no es uniforme) ha generado formas de componer que se quedan en el ámbito de eruditos, intelectuales y hipsters. Pero muchas de las aportaciones al mundo musical no se han quedado en el limbo de lo “académico”, sino que ha trascendido también a la música ‘popular’ (y, evidentemente, de alguna forma a la “clásica). Escucha, por ejemplo, esta canción tan ‘rara’ de Rubén Blades, en la que le da más importancia al texto que a la rítmica o a la melodía (¡sí, justo como hemos visto en Schönberg!).

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La guitarra de esta canción de Quique González, es puro minimalismo. Dicho en pocas palabras, el minimalismo es la repetición (variada o no) de una o varias pequeñas células, que hacen que se modifique (o no) en la propia variación.

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Un ejemplo clásico de minimalismo es esta obra de Steve Reich. Si se fijan, cada uno de los músicos mantiene el ritmo, pero nuestra escucha focalizada en un lugar o en otro nos hace percibirla como si hubiese modificaciones rítmicas.

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¡Y fíjate en el cambio rítmico y melódico brutal en 1:50 en esta canción de Delafé (que por cierto, empieza en 0:45)!

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Podría poner ejemplos hasta la saciedad (incluso tratar de ilustrar la teoría de mi amigo Joel de que el reggaeton surge de las habaneras…). En fin, que el mundo de la música es tremendamente complejo pero, sobre todo, fascinante. Si, aún así ‘la clásica’ te parece aburrida, deberíamos pensar porqué. Parece que hemos aprendido a escuchar música ‘clásica’ en las bandas sonoras, y nos encanta. Pero ¿y si probamos a quitar el soporte visual y a explorar lo que la música puede decir por sí misma?

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“Vale, capici, pero nunca he ido a un concierto de música ‘clásica’ (o como se llame, ¡que ya me he hecho un lío!) y no sé cómo vestirme, ni comportarme…”

Como se suele pensar que la música clásica es para gente con mucho dinero y alto nivel intelectual, en el Festival de Música de Canarias 2017 se ha decidido romper con ambos estereotipos. El primero, porque la mayoría de los conciertos cuestan entre 8 y 15 euros (y no, no es caro todavía: piensa que el cine cuesta entre 7 y 9 euros y no nos ponemos tan tiquismiquis). Lo segundo, porque si no conoces mucho de este repertorio, puedes seguir este blog, escribir comentarios, dudas, etc  aquí por redes sociales o a través del formulario de contacto  y estaremos encantados/as de resolverlos. Puedes usar el hashtag en Twitter y Facebook #FIMCpregunta o etiquetarme en twitter como @MarinaSpinoza. Incluso podemos hablar de preguntas no directamente relacionadas con el repertorio del FIMC, sino sus relaciones con otras épocas, autores, géneros, estilos… Además, antes de muchos conciertos habrá una charla explicativa (que ya anunciaré).

Sobre vestirse: en serio, no hay código de etiqueta. No hace falta irse a comprar una blusa nueva ni echar la casa por la ventana con perfumes, corbatas y gemelos. Vete normal. Y si te apetece ir arreglado/a, pues también. Lo importante, de verdad, es la música y el respeto a los músicos. Si los músicos van con frac y vestido negro es porque es una tradición que no es tan fácil de eliminar. Pero no por ello tenemos que ir los oyentes igual.

Y comportarse: Para ilustrar el asunto, voy a poner unos vídeos irónicos del humorista alemán Loriot (no se preocupen, no hace falta saber alemán para reírnos)

(A partir de 0:21)

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Si tienes tos (que es normal), prepara caramelos antes del concierto o lleva con un envoltorio de papel. Con un pañuelo, puedes mitigar bastante el sonido. Si tienes dudas donde aplaudir, espera a que alguien lo haga.

Y sobre el dónde y cómo sentarse…

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¡Te esperamos en el FIMC!

Textos originales de Marina Hervás publicados en el blog oficial del Festival de Música de Canarias