Textos originales de Marina Hervás publicados en el blog oficial del Festival de Música de Canarias

 

– ¿Qué te llevó a decidirte por el contrabajo y no por la trompa (que confiesas en la página de la Mahler Chamber Orchestra que sería tu alternativa al contrabajo)?

«Me crié dentro del sistema de orquestas juveniles e infantiles de Venezuela. Lo cierto es que al principio no fui yo el que decidió que instrumento tocar. Por suerte, hacían falta niños que tocaran el contrabajo dentro de la orquesta infantil y por tanto me pusieron el contrabajo en las manos. Fue casualidad. Así como uno no elige a sus padres ni a sus hijos, pues más o menos así llegó el contrabajo a mi vida.

Mi debilidad por la trompa me viene porque siempre he estado rodeado de grandes trompistas que hacen de ese instrumento algo especial y que con su talento y técnica, y además con el tiempo tocando juntos, se han convertido en grandes amigos para mí. Diría que es el instrumento más difícil y a veces traicionero. Romántico, elegante…

Tuve un accidente grave en Las Palmas hace algún tiempo y pasaron un par de meses donde realmente llegué a dudar si podría volver a tocar el contrabajo. Dentro de mi desesperación y mi miedo, había dentro de mí una pequeña parte que se emocionaba, ya que la única opción que me quedaba, si quería seguir haciendo música, era la de tocar la trompa.

– ¿Cómo viviste el cambio de América a Europa? ¿Qué cosas te faltan y cuales aprecias -de un lado y de otro-?

«Me vine muy joven de Venezuela a España. En Venezuela vivía en una especie de burbuja extremadamente protectora (no voy a mencionar el grado de violencia y de inseguridad latente en Venezuela) en la cual solo existía el cole y la música. Del cole me iba a comer a casa y seguidamente al conservatorio, donde al finalizar la tarde me iba o algún ensayo o directamente a casa para hacer los deberes.

llegar a Madrid se me abrió el mundo. Ya acabado el cole, disponía de todo el día para estudiar y de hacer algo que no conocía hasta entonces: ir a conciertos nocturnos, salir tranquilamente por la noche para beber algo con amigos. Me volví independiente. Siempre digo, que ‘mi vida’ empezó en España y más aún cuando pisé Gran Canaria. Viví bastante tiempo aquí en la Isla, por lo tanto no me parece nada extraño decir o sentirme canario (con el tiempo ya incluso he obtenido la nacionalidad española).

De Venezuela echo de menos la música, que por suerte desde hace ya hace bastante tiempo, estoy dándola a conocer en Europa gracias al grupo de cámara al que pertenezco, Bolivar Soloists, donde hacemos música Latinoamericana, pero en su mayoría Venezolana».

– Eres un músico joven con una larga trayectoria. ¿Cuál es tu secreto? ¿Qué  le recomendarías a músicos jóvenes?

«Me considero muy afortunado, pero lo que he logrado hasta ahora y lo que se está por venir, me lo he currado. Desde que era niño siempre tuve algo claro: ‘el talento solo, se acaba algún día y sobre todo mucho más rápido cuando te haces mayor’. No es lo mismo tener 16 años y saber tocar muy bien un instrumento, que tener 35  y entender y hacer llegar lo que estás tocando. La gente, el público, el mundo se espera  algo más de ti a los 35 años que a los 16. Por tanto, siempre fui muy dedicado a la música. A mi instrumento. El ser músico conlleva mucho sacrificio. Dejas de hacer muchas cosas, pero la experiencia que ganas te hace ver el mundo de otra manera. A veces pienso que debí haber estudiado, todavía más… Nunca es suficiente.

A los jóvenes músicos, les recomiendo solo esto: Paciencia y pararos a disfrutar de los pequeños detalles».

– ¿Cómo ves la situación musical clásica actual en Europa? ¿Y su futuro?

«La situación en general del arte en Europa a veces es realmente preocupante. No todos vamos a ser grandes cantantes, violinistas, directores de orquestas, escritores, pintores, escultores, actores y pare usted de contar… Pero sí tenemos que tener la oportunidad de poder forjar valores mediante el arte (la música es la más directa en este sentido) que nos hagan ser más críticos y sociables.

No se trata de inscribir a mi hijo en la escuela de música para que dentro de 20 años esté haciendo conciertos en el Carnegie Hall. A lo largo de su crecimiento, irá interesándose por otras cosas, por la programación, por la medicina, por las leyes, etc. Lo importante es que a través de la música y el arte haya aprendido que no está solo y que forma parte importante de algo más grande, de un conjunto. Eso es algo que muchos dirigentes no están entendiendo, porque creen que ser músico es simplemente tocar lo que está escrito en un papel, a los cuales solo llamamos a la hora de amenizar un acto. He visto cómo han querido cerrar orquestas y coros y lo peor de todo es que ni se imaginan el daño y perjuicio cultural que le harían a su sociedad. Veo como cada vez hay más gente joven talentosa que viene pisando fuerte y haciéndose hueco, descubriendo nuevos caminos. Hay que apoyarlos».

– ¿Qué le dirías a indecisos ante los conciertos de MCO en el FIMC?

«La MCO (queda mal que lo diga yo, pero la verdad es la verdad) es una joya dentro del mundo musical. El espíritu de Claudio Abbado y la tradición de un gran sonido se albergan en esta orquesta. Al público en general solo le diría que, a fin de entender el arte y el sacrificio que este conlleva, es muy importante y necesario escuchar otras voces, otras ideas, otras formas de tocar. No todos tocan el Mozart de la misma manera, pero… ¿Por qué no? ¿Por qué estos lo hacen así y aquellos lo hacen otra manera? No se trata de mejor o peor. Se trata de conocer otros puntos de vista, de culturas, de historia y de tradiciones que este Festival es capaz de reunir. Créanme, tuve la oportunidad de ver y participar durante muchos años de este Festival de Música y me quedo corto al decir que vale la pena, sobre todo para nuestros conciertos».

Textos originales de Marina Hervás publicados en el blog oficial del Festival de Música de Canarias