El primer concierto de la tercera temporada de la Gran Canaria Wind Orchestra, el pasado domingo, 19 de febrero, en el Auditorio Alfredo Kraus, fue, nuevamente, un despliegue de maestría, como suma de múltiples talentos individualizados, al que se añadieron tonos de grata sorpresa al descubrir la batuta del director titular de la formación, David Fiuza Souto.

Gran Canaria Wind Orchestra

Debo admitir que siempre peco de desconfiado al estudiar el despliegue curricular de los artistas que se acercan a las islas y, precisamente, no era el de Fiuza un curriculum desdeñable. Sin embargo, el gesto claro y preciso, el detalle de las indicaciones y la practicidad de cada movimiento venció mi actitud silenciosa y contemplativa y me obligó a inclinarme hacia mi compañero de butaca para que, al igual que yo estaba haciendo, no perdiese detalle. Con la mayor brevedad posible susurré a la oreja de Gonzalo Marrero: “el director es un fiera”. Su respuesta, un gesto cómplice de asentimiento.

Presentarse ante la Gran Canaria Wind Orchestra no es una empresa fácil, es como enfrentarse a una plaza de toros exigente. Cada uno de los músicos, al frente, no solo tienen una dilatada experiencia, sino que están motivados y prestos a disfrutar de una semana intensiva de trabajo; y, a la espalda, un auditorio apasionado por el repertorio bandístico y ante el cual han desfilado directores de la talla de José Rafael Pascual Villaplana, Bram Sniekers, Francisco Ferreira, Carlos Garcés, José Alberto Pina, Rafa Agulló (disculpen mi memoria si me he dejado alguno). David Fiuza no se presentó con un programa sencillo sino que está repleto de grandes nombres (Strens, Sparke, Barnes y Fukuda) y alguna que otra “trampa” que solventó con maestría y saber hacer.

Programar las “Danzas funambulescas” de J. Strens (1893-1971) es acariciar la historia de la música y, aún más, si recordamos que Strens pertenecía al grupo de compositores que nació al cobijo de la Real Banda Sinfónica de las Guías Belgas, a aquellos “Sintetistas” que siempre han querido emparentar con Les Six franceses.

Desde el inicio de la línea de flauta con la que juegan el oboe y el clarinete, la GCWO dejó clara su intención de reafirmarse en el cuidado de los detalles y en la precisión de los contrastes de una partitura difícil, volcada en secciones polirritmicas entrincadas que apenas se intuyen en el delicado inicio del concierto pero que, en la sección central de la obra, dominan por completo cada uno de las líneas. El amplio rango dinámico es uno de los sellos la formación y Fiuza ha sabido explotar con maestría este recurso a lo largo de todo el concierto y con cuidado interés en las “Danzas funambulescas”, con especial control en los contrastes drásticos con los que juega la partitura.

Con Stern se da una doble circunstancia que me atrae indefectiblemente, por un lado compartimos día y mes de nacimiento, y por otro, mi predilección por toda aquella música que deja en mí sabores del periodo primitivo de Stravinsky. En este sentido, para los que disfrutamos de los juegos instrumentales, de las combinaciones tímbricas y del contraste de color, la interpretación de la obra ha sido una lección magistral en la que las mixturas instrumentales se enriquecían constantemente de forma equilibrada y precisa.

La versión ofrecida por la GCWO de la obra “Dance Movements” de Sparke ha sido, sencillamente, extraordinaria. Compositor sobradamente conocido por lo detallista y el mimo con el que prepara sus obras, la obra en cuatro movimientos suponía, como el propio compositor expone, la primera vez que incluía en la formación un arpa y un piano, instrumentos ambos magistralmente defendidos en la GCWO. Precisamente, la formación nos ha demostrado que es una interpretación cuidada en cada una de sus secciones y en las sucesiones repentinas de pasajes rítmicos y melodías frenéticas, como la que realizan los clarinetes en el primer movimiento y que Fiuza ha sabido dotar de claridad y precisión.

El Segundo Movimiento tiene un momento precioso en el que el piano, el arpa y la lira mantienen un ostinato sobre el que canta el oboe y que, tras los acordes sincopados de los clarinetes, reaparece como si de dos capas que corriesen en paralelo se tratasen. La interpretación de este pasaje que parece sencillo, demuestra la comprensión de la obra y el fino criterio de Fiuza al mantener todas estas secciones equilibradas. Todo un acierto.

Fino ha sido también el trabajo en el Tercer Movimiento, especialmente cuidadas las trompetas con sordinas punteadas por el arpa y el vibráfono y que antecede a un precioso coral de metales, pero escuchar el Cuarto Movimiento, ha sido un placer. He tenido la suerte de revisar la orquestación de la “Misa” de Leonard Bernstein hace unos meses y es sorprendente como la GCWO ha sabido integrar todas las propuestas motívicas y diseños con los que, según el programa, Sparke parece homenajear a “West Side Story”. La interpretación nos deja múltiples detalles, pero aún guardo el recuerdo de la línea robusta de las trompas y saxofones, respondida por las trompetas, que parecía amasada por las propias manos de Fiuza con seguridad y brillantez.

Desconocía la propuesta de Barnes, la “Danza Sinfónica”, que se presentaba en el programa como un discurso musical sostenido por una espectacular y expresiva danza al estilo más nacionalista español. Con claridad se puede sentir el color de la escala frigia (evidente en prácticamente toda la obra), descubrir clichés que le dan el aire “español” o esas cadencias tan entrañables del pasodoble. Incluso, la destacada melodía de la trompeta sobre las castañuelas nos deja un agradable regusto a Guy Williams caracterizado como Diego de la Vega. No se puede hacer ninguna observación a la partitura colorista con brillantes estallidos de toda la banda, modulaciones sorpresivas y salpicaduras de puro color instrumental, con la que Barnes demuestra su saber hacer y su dilatada experiencia y frente a la que la GCWO ha dado lo necesario para responder en el nivel de exigencia requerido.

Las “Danzas Sinfónicas” de Yosuke Fukuda, sin embargo, me dejaron un regusto amargo. No tanto por la interpretación como por la obra en sí. Me pareció una partitura respetable con inmensas dificultades en las que la GCWO se jugaba la piel en cada una de sus secciones pero cuyo resultado final no demuestra el laborioso tejido interno (lo que vienen siendo las horas de estudio).

El Primer Movimiento fue un despliegue de recursos por parte de Fiuza en el que nos quedó claro su bagaje y su saber hacer consiguiendo que los músicos resolviesen cada una de las danzas renacentistas. Una melodía constante que se iba repartiendo en cada danza por diferentes secciones a modo de tema con variaciones. La interpretación del Segundo Movimiento, un aire de tango argentino, permitió un breve entretenimiento para la audiencia a pesar de que la partitura parece estar diciendo que va a pasar algo que nunca llega a pasar. El contraste del Tercer y Cuarto Movimiento fue una muestra de la versatilidad de la formación capaz de trasladarte con un simple cambio de batuta a las inusitadas propuestas del compositor con total precisión. El despliegue de originalidad en el Quinto Movimiento jugando al modo de las “Danzas Polovtsianas” de Borodin con ese frenético ir y venir de las figuras gráciles en los oboes, los clarinetes, los saxofones soportadas por líneas corales en los metales, nos permite disfrutar de las melodías del oboe/corno y del saxofón perfectamente ajustadas y con el carácter que precisa la partitura. Debo añadir que Fiuza nos permitió sabiamente escuchar el golpe de arco de los violonchelos y contrabajo que colorea tímbricamente el último esfuerzo de la partitura.

Toca el turno de disculparse. Quería escribir unas escasas líneas para compartir mi sensación del concierto de la GCWO, pero a medida que voy recordando la interpretación se me vienen más y más ideas. En resumen, un concierto, nuevamente, indiscutible y de cátedra para una formación que se ha hecho indispensable en el panorama musical de Gran Canaria. La GCWO defiende con soltura y profesionalidad un espacio propio en los grandes escenarios y responde con su interpretación a todo aquel que duda de la aportación que a los grandes festivales pueden hacer las bandas sinfónicas, demostrando el arraigo que estas formaciones tienen en la región gracias a la suma de múltiples esfuerzos individuales.

Pendiente me quedo de la próxima cita, el 8 de julio en el auditorio de Teror con José Alberto Pina y del resto de la temporada en los meses de septiembre y noviembre.

Gracias por darme la oportunidad de disfrutarlo.

 

 

Yónatan Sánchez Santianes

Profesor de Composición del Conservatorio Superior de Música de Canarias