Aunque parezca mentira, durante las 32 ediciones del Festival de Música de Canarias nunca se publicó auditoría de cuentas alguna, memoria de la actividad y, mucho menos, se realizó plan estratégico que sirviera para mejorar y evitar los errores cometidos en ediciones anteriores.

Hemos tenido que esperar 33 años para que, por fin, se hiciera todo esto que, en cualquier empresa privada, es de natural cumplimiento y que en las empresas públicas de un «país con una de las democracias más consolidadas del mundo»  debería ser condición sine qua non.

¿Y que nos ofrece esta Auditoría de Cuentas del 33 FIMC? Pues exactamente lo mismo que refleja su memoria, que propone su plan estratégico y que ha venido repitiendo hasta la saciedad el coordinador provisional Nino Díaz cuyo principal cometido fue, precisamente, darle transparencia a la actividad más oscura, más cara, más clasista y con más pérdidas económicas históricas de la Consejería de Cultura en estos 33 años de historia.

Lo primero que se aclara en la mencionada auditoría es que «se sobrestimaron los ingresos por taquilla». Y es que, tradicionalmente, los responsables económicos del mismo han venido utilizando la ya famosa «bola mágica» para prever los ingresos por taquilla en vez de utilizar un ‘modelo económico empírico’ que se basara en los más de 30 años de experiencia. No. En vez de eso, se ha venido haciendo el cálculo a ojo, a pesar de que se han llegado a pérdidas millonarias (de más de un millón de euros en varias ediciones), porque nunca se hizo un estudio del año anterior con el que analizar datos para evitar repetir siempre el mismo problema.

Lo segundo que deja en evidencia la Auditoría es el hándicap de contratar a última hora. Año tras año se espera al último momento para firmar contratos, cerrar precios de cachets (fuera de temporada), comprar billetes de avión o reservar los hoteles con el consiguiente encarecimiento de costes. ¿Cuál es la razón de todo esto? Que no se puede contratar hasta que se aprueben los presupuestos lo que obliga, incluso, a cosas peores como tener que desviar dinero de otras partidas haciendo auténticos cambalaches impropios de un organismo público (el gran secreto a voces). Así que no se trata de un problema de los responsables económicos de Canarias Cultura en Red, sino de un problema político de mala gestión y de no entender lo que significa e implica este Festival. Un marrón que se tienen que comer los trabajadores administrativos que han pasado por esos puestos de responsabilidad administrativa (que no artística, que son cosas muy distintas), les guste o no.

La Auditoría pone sobre la mesa incumplimientos legales como que «no consta que se haya elaborado pliegos ni publicado en el perfil del contratante para los 7 contratos de artistas que superaron los 50.000 euros, ni tampoco hay evidencias de que se haya comunicado a la Comisión Europea la adjudicación de 2 de estos contratos con un precio mayor a 209.000 euros».

Muy interesante resulta el capítulo de recomendaciones que son coincidentes, al 100%, con la memoria elaborada por Nino Díaz y con el Plan Estratégico elaborado por la empresa independiente ICC. En este sentido se recomienda que «con objeto de reducir las desviaciones en los gastos respecto a su estimación, se recomienda que el presupuesto del Festival de Música de Canarias se apruebe con una mayor antelación, de modo que haga posible el conocimiento anticipado del coste de la contratación de los artistas para que, en caso de desviación, pueda corregirse su cobertura en ingresos o modificar la programación del Festival. De aquí también la importancia de elaborar los pliegos para una mejor planificación de estos gastos, donde se definan las características básicas del futuro contrato y su precio estimado, debiendo éste último contener la totalidad de los costes de la prestación».

La segunda y última es que «con el fin de lograr una mayor seguridad jurídica respecto a la participación de las empresas protectoras del Festival y demás colaboraciones con entidades públicas, se recomienda que se conformen por la empresa pública Canarias Cultura en Red los criterios que instrumentarán estas relaciones y, por ende, su configuración jurídica».

Parecen cuestiones de perogrullo, que cualquier profesional del sector conoce perfectamente. Pero que de nada sirven si los que toman las decisiones, los políticos, hacen caso omiso.

¿Qué pasará ahora? Pues me imagino que los responsables harán exactamente lo mismo que han hecho con la Memoria y con el Plan Estratégico. Lo meterán en el cajón que suelen utilizar para las cosas que les molestan (mejor eso que reconocer los problemas que no pueden o no quieren solucionar) y dirán de esta Auditoría o que nunca existió (como se dijo de la Memoria y el Plan Estratégico en la presentación del nuevo director elegido a dedo) o dirán en el Parlamento que se investigue la relación familiar entre el funcionario que realizó la Auditoría y el ex coordinador provisional Nino Díaz (para intentar así desprestigiar a Nino y a la Auditoría de un ‘solo tiro’). Cualquier estupidez menos cumplir con su obligación y arreglar definitivamente los problemas endémicos del Festival. Cualquier cosa menos reconocer que un simple coordinador provisional ha hecho en 10 meses más por el Festival y por la cultura en las Islas que algunos de ellos con toda una vida presuntamente dedicada a servir a la ciudadanía. Cualquier cosa menos reconocer que este año, que ya acaba, ha tenido el Festival de Música de Canarias más democrático y transparente de toda su historia gracias a Nino Díaz y que ya, les guste o no, ha dejado una impronta de lógica y sentido común que marcará un antes y un después que será muy difícil que nadie se atreva a desmontar. Y lo estamos viendo en estos días. Son gestos tímidos como ir ampliando conciertos a municipios descentralizados u ofrecer precios accesibles a los estudiantes de música. Pero algo es algo. Tampoco cabe esperar que esta edición no cuente con su memoria transparente y auditoría. Sería un escándalo. O que se cometieran los mismos errores detectados ya en la memoria anterior. Sería demasiado grave.

Solo el tiempo responderá estas cuestiones y pondrá cada cosa en su sitio.